El concepto de ventaja de
campo sigue firmemente instalado en el deporte. Según diversos estudios, en
todos los deportes y en todos los niveles, la tendencia a un mayor porcentaje
de victorias de los equipos que juegan en casa se mantiene de forma consistente;
en los casos del fútbol y del baloncesto, claramente por encima del 60%. De no
considerarse como tal dicha ventaja, no se vería como algo positivo obtener el
factor cancha, para posibles desempates, en las fases de eliminatorias.
Existe un repertorio de causas
a las que el saber popular atribuye dicha ventaja: apoyo de las aficiones en
los estadios, inconvenientes ligados al desplazamiento de los equipos
visitantes, adaptación a las características específicas de las instalaciones…,
por no mencionar el “miedo escénico” asociado a algunos recintos emblemáticos. En
fin, desde una perspectiva empresarial, la celebración de un partido responde a
un proceso productivo del que también forman parte el clima ambiental y otros
elementos que pueden incidir de manera no desdeñable en la actuación de los
deportistas y de los equipos en su conjunto. La influencia del “déficit de
gobernanza”, según numerosos aficionados futbolísticos malagueños, sería otro elemento
a incluir en el análisis.
Sin embargo, en la conocida
obra “Scorecasting”, Tobias J. Moskowitz y L. Jon Wertheim, a partir de un
análisis estadístico de diferentes disciplinas deportivas, cuestionan la
validez de los referidos aspectos en la explicación de la ventaja de campo.
Así, por ejemplo, del estudio de más de 23.000 partidos de la NBA se deduce que
el porcentaje de acierto de los tiros libres coincide hasta en el primer
decimal (75,9%) para los equipos anfitriones y los visitantes. Por otro lado,
la ventaja de campo sigue prevaleciendo en los casos de aquellos equipos de la
misma ciudad que comparten estadio.
En su opinión, los sesgos
arbitrales son el principal factor que contribuye a la ventaja de campo. En la
primera división de la liga de fútbol española, en partidos con marcador
ajustado, los árbitros tienden a acortar la duración del tiempo añadido cuando
el equipo local va ganando, y a extenderla cuando va perdiendo. Asimismo
señalan que las cifras de tarjetas amarillas y rojas mostradas no se rigen por
patrones completamente homogéneos para los equipos contendientes. En otros
deportes, la identificación de “momentos cruciales” en el juego deja ver que las
decisiones arbitrales suelen ser más benévolas para los anfitriones.
Moskowitz y Wertheim
expresan su convencimiento de que los árbitros son profesionales honrados que
tratan de aplicar las normas de manera justa e imparcial, pero no son inmunes a
la psicología humana, y se ven afectados por una serie de sesgos que, incluso
de forma inconsciente, condicionan su conducta. La confirmación del acierto de sus
decisiones por el conjunto de los asistentes es una forma de aliviar la presión
recibida. Dado que las creencias se ven alteradas por el ambiente, los
colegiados no necesariamente tienen conciencia de favorecer al equipo de casa,
sino que pueden creer estar haciendo lo correcto. La supervisión existente
actúa, lógicamente, como contrapeso. Como prueba de su tesis, destacan que, en
los partidos jugados sin público, a raíz de la aplicación de sanciones, desaparecen
los sesgos relativos a la señalización de faltas y la exhibición de tarjetas.
Las adaptaciones de las
competiciones deportivas a la crisis sanitaria del coronavirus han aportado
unos experimentos naturales para contrastar algunas de las hipótesis sobre las
causas de la ventaja de campo. La revista The Economist ha encargado un estudio
a la consultora 21st Club, que ha analizado 1.534 partidos de fútbol jugados
sin público. Del estudio se desprende una eliminación de los sesgos arbitrales,
en lo referente a las tarjetas por faltas cometidas. Sin embargo, pese a ello, prevalece
una superioridad para los equipos anfitriones, que obtienen un 58% de los
puntos disputados. Dicho de otro modo, las tres cuartas partes del rendimiento local
superior permanecen intactas.
El semanario británico
considera que la justificación de ese desfase sigue siendo un misterio. Como
hipótesis explicativa apunta la posibilidad de que obedezca a que los
entrenadores recurren a alineaciones y estrategias conservadoras cuando juegan
fuera, incluso cuando los estadios están vacíos.
(Artículo publicado en el
diario “Sur”)