Para las personas de mi generación, que fuimos niños en
la lejana década de los años sesenta del pasado siglo, el disco de vinilo
representa un auténtico icono que transformó nuestras vidas. Tener la
posibilidad de escuchar una canción preferida, sin tener que solicitarla a
alguna de los programas radiofónicos -realmente imprescindibles en aquella época-
significaba entrar en una nueva era. Aunque las limitaciones propias de
entonces nos condujeran a hacerlo, inicialmente, en las entrañables máquinas
instaladas en los salones de recreo, mientras lo permitiera la exigua economía
adolescente. La audición de una canción era, en ese marco, un servicio sujeto a
un precio del que se beneficiaban (o no, según las preferencias musicales)
todos los presentes en el local.
Pero todo aquello queda muy atrás en el tiempo. Cox
(2017) viene en nuestro auxilio para recordarnos que “hace 50 años los Beatles dieron comienzo a uno de los mayores booms
industriales del siglo XX. ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ fue el
inicio de tres décadas de crecimiento explosivo de las ventas de música grabada…
El disco fue más allá de la cultura, el
arte y el entretenimiento”.
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